La vivienda fue un encargo para una segunda residencia de una familia madrileña, en un pueblo de Ávila.
Sus datos de partida eran, un pequeño edificio, donde ir los fines de semana, para poder reunirse con familiares y amigos y encontrarse en mayor relación con la naturaleza y el entorno.
En base a estos condicionantes y la climatología de la zona, se diseñó una vivienda compacta, con pocas pérdidas, de arquitectura tradicional, acabado en ladrillo visto y con cubierta inclinada, que, no obstante, se abre a un patio trasero que conforma el lugar exterior de convivencia.
Existen dos niveles de privacidad, en planta baja, un espacio diáfano que comparte estar, comedor y cocina, para reunirse y a la vez estar en contacto con la parte trasera a la que se abre, con una cocina recogida, pequeña, funcional, que sirve de paso y unión con el exterior.
En planta primera, se desarrolla el programa privado de habitaciones y una pequeña terraza, que compositivamente, es un mordisco al volumen duro, que mira hacia la parte posterior de la parcela.
El acceso desde el exterior, con la zona de aparcamiento, es gradual, mediante un tramo de escaleras transversal a eje, que propicia un acercamiento al edificio y un vestíbulo de distribución previo, ya dentro de la vivienda, de bienvenida, que permite decidir la planta a la que se accede sin necesidad de invadir ningún espacio de paso.